Aumenta consumo de snacks a base de mini vegetales

El chocolate, las papas fritas de bolsa y las galletas han sido los snacks más vendidos de la industria durante muchos años. No obstante, en la actualidad las hortalizas frescas han alcanzado el tercer puesto en popularidad. Por ejemplo, en Europa, el mercado de este tipo de snacks ha aumentado de 30 millones de euros en 2012 a 70 millones en 2015, mientras que las ventas de las hortalizas se han mantenido estables. Los consumidores y las cadenas de distribución están más dispuestas a desembolsar dinero en frutas y hortalizas frescas para llevar, saludables y de buen sabor.

Un ejemplo del crecimiento de este tipo de productos es la marca Minigustos, de la empresa Bayer, orientada a atender a un segmento millenial de personas que practican ejercicios de manera activa, comen de forma más inteligente, fuman menos, valoran más la practicidad en el consumo, utilizan aplicaciones móviles para registrar los datos de entrenamiento y navegan en internet para encontrar los alimentos más saludables. Además, están dispuestos a gastar dinero en marcas de alimentos convincentes.

Entre los vegetales más apetecidos se encuentra el pepino, al ser demandado por cadenas minoristas y consumidores en el norte de Europa, Canadá y Estados Unidos, quienes valoran que se presente crujiente y fresco. La zanahoria y mini lechugas son también propuestas de atractivo.

Implicaciones para Costa Rica

La tendencia cada vez más generalizada por un consumo saludable ha impulsado a que los fabricantes de la industria alimentaria generen propuestas atractivas en línea con atributos naturales, orgánicos, prácticos y armoniosos con el ambiente. Entre ellos, los snacks han evolucionado de sus variedades tradicionales para convertirse en opciones dinámicas para varios segmentos de la población, caracterizados por un nivel alto de innovación en sus empaques, ingredientes y presentaciones para el consumo.

Resulta importante que el sector agrícola nacional explore nuevas maneras para generar valor agregado en sus productos frescos, para así poder competir en mercados de mayor valor y menos sensibles al precio, además de poder alargar la vida útil del alimento y alcanzar mercados más lejanos, especialmente aquellos de consumidores más exigentes que valoran atributos de calidad, frescura y certificaciones.

En 2016 el sector agrícola costarricense exportó más de $2.688 millones (4.938 millones de toneladas), mientras que la industria alimentaria registró $1.552 millones (1.296 millones de toneladas).