Se trata de una innovación científica, tecnológica y empresarial de relevancia para Chile: anualmente se exportan 2,6 millones de toneladas de fruta fresca, con retornos para el país que superan los $4.000 millones. De este total, entre el 3% a 5% de la fruta fresca no alcanza a llegar a la mesa de los consumidores en destinos como Estados Unidos, Europa o China, porque en el viaje se descompone, aparecen manchas negras por la acción de microbios fitopatógenos, lo que lleva a que deba ser desechada, con un gran costo económico para el sector.
Las capacidades de este papel algal para reducir este problema han sido demostradas y patentadas por la Universidad de Concepción, «sin embargo, nos hacía falta un socio que nos permitiera iniciar la producción a nivel industrial en los formatos requeridos por la industria frutera. Aquí aparece BO Paper Bio, con quien hemos realizado un contrato tecnológico, que nos permitirá desarrollar y validar este papel a escala industrial”, indicó Agurto.
Durante los próximos dos años la Universidad de Concepción y BO Paper Bio trabajarán sinérgicamente en el diseño de los procesos y equipos industriales que permitan enfrentar el desafío tecnológico de producir este papel bioactivo algal para la protección de la fruta de exportación chilena, lo que requerirá una inversión de $414 mil, de los cuales Corfo aportó 203 mil y BO Paper Bio 211 mil.
El producto tendrá como base la pasta mecánica producida a partir del pino radiata, de los cuales Chile dispone de dos millones de hectáreas de plantaciones. El componente algal del producto corresponderá a biomasa y extractos bioactivos de algas marinas, de los cuales Chile extrae desde praderas naturales cerca de 360 mil toneladas anualmente, mientras otras 12 mil toneladas provienen de cultivos.
Fuente: AméricaEconomía Fecha: 27-mayo-2019
Implicaciones para Costa Rica
Gracias a la apertura comercial y los avances logísticos es muy común encontrar productos frescos en mercados lejanos a donde son cultivados, sin embargo, también es muy común que parte de esos productos lleguen con muy poco tiempo para ser comercializados en el país de destino en óptimas condiciones, e incluso en ocasiones el producto se pierde del todo. Este es un reto en el que diferentes sectores productivos trabajan constantemente y que ha permitido el desarrollo de distintas técnicas que minimicen este tipo de eventualidades.
Técnicas como las mencionadas en la nota, ejemplifican como una relación estrecha y bien coordinada entre los sectores productivos y los centros de investigación y académicos pueden dar réditos a los distintos participantes, en este caso un nuevo material para alargar la vida útil de los productos frescos que de llegar a implementarse de manera masiva a lo largo de la industria chilena podría significarle importantes ahorros.
Por ello, para el sector agropecuario costarricense es importante el buscar este tipo de sinergias con la academia para en conjunto desarrollar soluciones innovadoras para problemas o bien para la mejora de procesos productivos o insumos que los hagan más competitivos, así como lograr una disminución de su impacto en el medio.